Tras unos cuantos desarreglos, una que otra intervención y su consecuente etapa de recuperación, el cuerpo recobra fortaleza y acopia energía para la inminente mudanza a un nuevo espacio. Es hora de cambiar de caparazón, como un cangrejo ermitaño.
Todo empacado en cajas que contienen materiales para dibujar, herramientas para trabajar, libros, discos, obras, fotos, y uno que otro recuerdo inspirador.
Dejar este espacio que antes habitaba mi cotidianidad, mis rutinas diarias, mis incontables trastos y mi pequeña mesa- taller que durante unos cuantos años fue el escenario en el que se llevaron a cabo muchos de mis experimentos, de mis errores, de mis aciertos y donde obtuve los resultados materializados en varias de mis obras recientes. Memorias que llevo conmigo y que serán la materia prima de nuevas experiencias.
Después de recoger, embalar y limpiar, me detengo a observar con cierta nostalgia este lugar, ahora vacío. Y sé que no puedo irme sin agradecer a todos los que han hecho parte de la etapa que se cierra hoy aquí. A todos los que me han echado una mano en mis hazañas, a los que me han deleitado con sus encantadoras visitas, con quienes he compartido meriendas o han venido a ver mis inventos y a dar su opinión sobre mis proyectos. Gracias por estar aquí, ha sido muy valioso contar con su compañía. Ahora llega el momento de comenzar en otro lugar. Renovar la piel, las ideas, las intenciones, las herramientas y trasladarlas a un nuevo taller con otra luz, otras vistas, otras motivaciones.
Una vez que instale la existencia y los enseres allí, retomaré los proyectos y compartiré los procesos para que todos ustedes, los que de una u otra forma siempre han hecho parte de mis obras, vuelvan a contar con mi pequeño taller como un espacio al que siempre estarán invitados a crear.
Abrazo trashumante.
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